Radiografía de la desinformación

POR RICARDO PÉREZ*

(Texto retomado de Cienciorama)

Vivimos una crisis sanitaria producto de la propagación de un virus para el cual no tenemos aún tratamientos ni vacunas. En esta situación somos testigos de otro fenómeno para el que sí tenemos remedio: la propagación del virus de la desinformación.

En un documento publicado hace unos días, investigadores de los institutos Reuters y de Internet de Oxford analizaron varias publicaciones para caracterizar el fenómeno de la desinformación.

La muestra inicial consistió en 2,871 artículos que los autores sometieron a análisis en el verificador de datos de la International Fact-Checking Network (IFCN) y de la herramienta de Google Fact Check Explorer entre enero y marzo de 2020. Después de excluir todas las publicaciones en otros idiomas diferentes al inglés, se terminó con una muestra de 1,253 artículos, de los cuales seleccionaron 18% al azar (225 artículos) de modo que no se repitieran y cumplieran con el criterio de que no hubieran pasado el verificador de información.

Sus resultados indican que el número de verificadores independientes de información (fact-chekers) aumentó en 900% de enero a marzo del 2020. También se encontró que 59% de las noticias falsas reconfiguran información verídica para tergiversarla y 38% de esas noticias falsas se inventan por completo.

En el reporte mencionan que los verificadores de información están limitados en cuanto a la capacidad de corroborar datos y de acceso a canales privados de información como cadenas de correo o aplicaciones de mensajería.

También reportan que una gran parte de la desinformación cuestiona directa o indirectamente las acciones para atender la emergencia sanitaria, así como la competencia o la legitimidad de las autoridades públicas. Además encontraron que las figuras públicas juegan un papel fundamental para esparcir la desinformación.

Con lo anterior, se vuelve importante retomar el informe que publicó en 2017 el Consejo Europeo y un manual de entrenamiento para periodistas de la UNESCO del 2018, donde se examina un fenómeno que se denomina “desorden de información”. En estos documentos se caracteriza cómo funciona el fenómeno de la desinformación, se exponen las finalidades de quienes la llevan a cabo y se muestra el papel que juegan los ciudadanos en su propagación.

Para comprender el “desorden de información”, los autores mencionan que las llamadas también “fake news” pueden combinar tres tipos de información equivocada:

Información errónea (mis-information). Información falsa pero que no tiene la finalidad de causar daño. Las personas que comparten este tipo de información creen que es verdadera.

Desinformación (dis-information). Información falsa que se crea con la intención de dañar a una persona, grupo social, organización, o país. Las personas que comparten este tipo de información saben que no es verídica y tienen como finalidad que la población esté desinformada.

Información perjudicial (mal-information). Información que se basa en hechos reales y que se utiliza con la finalidad de causar daño a personas, organizaciones o algún país.

También señalan ciertos elementos que pueden ayudar a los ciudadanos a identificar si alguna noticia tiene fines distintos a los de informarnos, tales como:

La sátira o parodia. En este caso se crea desinformación cuando no se distingue que cierto contenido es satírico.

Falta de conexión. Se puede identificar, aunque sea en cierta medida, cuando en una noticia el título, encabezado o las imágenes no concuerdan con el contenido. También puede suceder que en un video en otro idioma, los subtítulos no correspondan con el mensaje que se comunica en el idioma original.

Información engañosa. En este tipo de contenido se manipulan fotos, por ejemplo, para poner a un personaje en una reunión donde no estuvo, o bien se pueden citar a una persona o utilizar estadísticas de forma selectiva para enmarcar la información y hacer tender su significado a un fin particular. Esto se podría entender como un modo de influenciar la percepción de los receptores.

Contexto falso. Sucede cuando se toma contenido verídico en un contexto completamente ajeno al original. Un ejemplo es cuando se utiliza una foto de un evento para otro contexto.

Suplantación de autoría. Bajo esta categoría entran videos, notas, audios, imágenes que se hacen pasar como creación de una organización o persona.

Contenido manipulado. Se hace uso de contenido para comunicar algo falso. Por ejemplo, cuando se utiliza una foto de un personaje público con otras personas, para afirmar que existe relación cercana entre los personajes de la fotografía. Lo cual no es necesariamente cierto.

Fabricación de contenido. Cuando se fabrican sitios de noticias dudosos para comunicar sucesos que nunca sucedieron. Por ejemplo la reunión de dos figuras públicas, declaraciones inventadas, etc.

Conocer las distintas variantes de la desinformación puede, por un lado, ayudar a los profesionales de la comunicación a mantener una vigilancia crítica de su propio trabajo; y, por otro lado, contribuir para que los ciudadanos sepan identificar cuando están frente a una noticia falsa o cuando se trata de influir su percepción para un fin externo.

Otra solución para el “desorden de información” es la educación digital, a través de la cual podemos generar: i) habilidades para el análisis de información y detección de “fake news”; ii) tener conocimiento de cómo los algoritmos limitan la información que vemos en redes sociales; iii) saber detectar cuándo nos dejamos influenciar con contenido que apela a nuestra emociones, ya que en esos casos perdemos la capacidad de pensar de forma crítica; y iv) saber interpretar la información estadística que se comunica en las noticias.

La investigación sobre este fenómeno subraya la responsabilidad de cada ciudadano para volverse nodo de una red que contribuya a la información responsable, ya sea con las personas que conoce o en las redes sociales. Contribuir con información y noticias verídicas es una responsabilidad de todos.


Referencias:

1. Brennen, J. S., Simon, F. M., Howard, P. N., & Nielsen, R. K. (2020). Types, Sources, and Claims of COVID-19 Misinformation.

https://reutersinstitute.politics.ox.ac.uk/types-sources-and-claims-covid-19-misinformation

2. Nguyen, N. P., Yan, G., Thai, M. T., & Eidenbenz, S. (2012, June). Containment of misinformation spread in online social networks. In Proceedings of the 4th Annual ACM Web Science Conference (pp. 213-222).

3. Wardle, C., & Derakhshan, H. (2017). Information disorder: Toward an interdisciplinary framework for research and policy making. Council of Europe report, 27.

4. Ireton, C., & Posetti, J. (2018). Journalism, fake news & disinformation: handbook for journalism education and training. UNESCO Publishing.


* Ricardo Pérez Peña estudió la licenciatura de física en la UNAM y posteriormente se especializó en el Posgrado de Ciencias Físicas en el área de óptica. Forma parte del taller de divulgación de la ciencia Cienciorama de la UNAM y actualmente es profesor, desarrolla investigador sobre educación de la ciencia y participa en la realización de libros de texto de física. Es miembro de la RedMPC desde 2018.

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